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El término ojo rojo engloba una serie de patologías oculares referidas al enrojecimiento de la superficie anterior del ojo. Se trata de una causa frecuente de consulta, y no solo al oftalmólogo. Su manejo supone en muchas ocasiones un verdadero reto diagnóstico. Es importante diferenciar las formas más frecuentes de ojo rojo, secundarias a vasodilatación conjuntival, de aquellas formas menos frecuentes en las que subyacen otros mecanismos (hemorragia subconjuntival en el hiposfagma, inflamación epiescleral y escleral en la epiescleritis y escleritis o estasis venosa en casos de dificultad del retorno venoso). Una vez hecho ese primer diagnóstico diferencial, debemos distinguir dos formas fundamentales de ojo rojo, según exista o no dolor. La causa más frecuente de ojo rojo no doloroso son las conjuntivitis, en las que aparecen diversas molestias, de tipo escozor, picor o sensación de arenilla, pero no verdadero dolor. Junto al ojo rojo, la característica más típica de la conjuntivitis es la presencia de secreción, en cantidad y consistencia variable según sea la causa desencadenante del cuadro. Las formas infecciosas (bacterianas y virales) presentan secreción mucopurulenta, con algunos signos típicos que permiten su diferenciación. Las formas alérgicas presentan típicamente picor y quemosis conjuntival, con secreción mucoide filamentosa. Hay formas de alergia con entidad propia, como la queratoconjuntivitis vernal y la atópica. Existen otras formas de ojo rojo no doloroso, generalmente con enrojecimiento localizado, como son el pterigium o la flictena conjuntival. Son tres los cuadros clínicos fundamentales que provocan un ojo rojo doloroso: el glaucoma agudo, la uveítis y la queratitis. Cada uno presenta una serie de signos y síntomas característicos que permiten su diagnóstico diferencial y manejo por el especialista. En nuestro centro atendemos a todo tipo de alergias